La era Bergoglio: el Papa que abrió a la Iglesia

Con un estilo sencillo y austero, y, en ocasiones, polémico, el sucesor de Benedicto XVI introdujo profundas transformaciones. Última entrega sobre la vida del primer pontifice latinoamericano y de cómo cambió la forma en que esta institución milenaria se relaciona con los fieles de hoy

Con un estilo sencillo y austero, y, en ocasiones, polémico, el sucesor de Benedicto XVI introdujo profundas transformaciones. Última entrega sobre la vida del primer pontifice latinoamericano y de cómo cambió la forma en que esta institución milenaria se relaciona con los fieles de hoy

Desde hace días la atención en Roma está centrada en el llamado hospital de los papas, donde Bergoglio está siendo tratado desde hace más de doce días por una bronquitis que devino en neumonía bilateral. 

En las afueras del hospital Foundazione Policlínico Universitario Agostino Gemelli IRCCS se amontonan los dibujos, velas, ramos de rosas y fotos del Papa Francisco. “Siempre rezamos por él y ahora redoblamos”, dijo una señora de 55 años a AFP, en la iglesia nacional argentina en Roma. 

Más allá del altar improvisado por fieles procedentes de todo el mundo, el pontífice se encuentra internado en el último piso. Ahí, en una habitación custodiada por la policía italiana y la del Vaticano, el Papa recibe oxígeno como parte de su tratamiento. 

En la suite de paredes blancas, Bergoglio se moviliza en silla de ruedas por entre el sencillo mobiliario, una cocina, cuarto de baño, sala de reuniones, una pequeña capilla, etc. 

Los voceros del Vaticano han reiterado que su estado sigue siendo “crítico pero estable”. 

No es la primera estadía del Papa en el hospital, que forma parte de la Universidad Católica del Sagrado Corazón. Aquí fue operado del colon, en julio de 2021. 

Posteriormente, en marzo de 2023 padeció una infección respiratoria. Meses después, en junio, fue operado nuevamente, esta vez por un problema intestinal. 

Los dos papas

Su predecesor, Benedicto XVI, nunca estuvo en Gemelli. Con su salud deteriorada, el antiguo prefecto de la Doctrina de la Congregación para la Doctrina de la Fe se retiró en 2013, creando una situación sin precedentes en la cúpula de la iglesia. 

El teólogo alemán no salía por completo de la escena. Aún conservaba un trato y ciertos privilegios. Y un título: el de Papa emérito. 

Esta situación generó fricciones. Si bien, según el medio DiarioAR, el teólogo alemán le debía al argentino su ascenso como sucesor de San Pedro. En el cónclave del 2005, donde salió elegido el antiguo miembro de la juventud hitleriana, el arzobispo de Buenos Aires y socio del club de fútbol Boca Juniors concentró 42 votos. El jesuita se los pasó a Ratzinger. Tras 24 horas de cónclave, el humo blanco finalmente salió de la chimenea de la Capilla Sixtina. 

Aún así, los cambios introducidos por el Papa Francisco no siempre fueron bien acogidos por su predecesor. Entre ellos, la reversión de algunas de las decisiones adoptadas por Benedicto XVI, como el restablecimiento de restricciones a la antigua misa en latín. 

Basílica de San Pedro, en Roma.

Las tensiones sobre las prácticas litúrgicas continuaron tras la muerte de Benedicto XVI, en 2022. Y también en el ámbito geopolítico, donde el Papa Francisco ha sido criticado por su postura cambiante acerca de la Guerra en Ucrania. 

Al principio evitó señalar a Rusia como país agresor. Sin embargo, en un mensaje difundido recientemente, en conmemoración del tercer aniversario del inicio de las hostilidades, Bergoglio reconoció el padecimiento del pueblo ucraniano, al tiempo que pidió rezar por las víctimas de otros conflictos, como el de Palestina. 

El fin del silencio  

Con Bergoglio, la iglesia comenzó a superar la política del secretismo en los casos de abuso, en los cuales se acostumbraba al traslado de quien cometía la falta.  En este sentido, el nuevo Papa impulsó una cultura de rendición de cuentas dentro de la iglesia. 

En 2018, luego de que una investigación periodística reveló que un grupo de sacerdotes estuvo involucrado en más de mil casos acaecidos en los últimos 70 años, el Papa señaló en una carta que quienes los encubren deben rendir cuentas a la justicia, incluyendo a los obispos. 

En el 2018, durante una visita a Chile, pidió perdón por parte de la iglesia católica a los niños que fueron víctimas de abusos sexuales. “No puedo dejar de manifestar el dolor y la vergüenza que siento ante el daño irreparable causado a niños por parte de los ministros de la Iglesia”. 

En cuanto al movimiento LGBTQ+, en el 2013 expresó una de sus primeras opiniones sobre el tema. “Si aceptan al Señor y tienen buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlos? Ellos no deben ser marginados. La tendencia (a la homesexualidad) no es el problema… Ellos son nuestros hermanos”.  

Más recientemente, en el documental “Francesco”, el pontífice destacó el derecho de los homosexuales a no ser marginados. “No se puede echar de la familia a nadie, ni hacer la vida imposible por ello”. 

Sin embargo, hay motivos para creer que a puerta cerrada el discurso fue otro. El año pasado unas palabras proferidas por el pontífice en la Conferencia Episcopal Italiana causaron revuelo a nivel mundial. Señaló que a los homosexuales no les debía permitir el ingreso a los seminarios para el sacerdocio, ya que en eso había un aire de “mariconeo”.  

En su primera encíclica, publicada en 2015, abordó la problemática ambiental, otra de las grandes preocupaciones de nuestro tiempo. 

Si bien Benedicto XVI había hecho un llamado a “corregir los modelos de crecimiento que parecen incapaces de garantizar el respeto del medio ambiente”, Bergoglio da un paso más y se refiere al “desafío urgente de proteger nuestra casa común”. “Los jóvenes nos reclaman un cambio. Ellos se preguntan cómo es posible que se pretenda construir un futuro mejor sin pensar en la crisis del ambiente y en los sufrimientos de los excluidos”.

Su papado ha representado un retorno a la sobriedad, la cual se expresa en los detalles más pequeños. A diferencia de Benedicto XVI, que es recordado por sus atuendos y mocasines rojos, Bergoglio ha evitado el uso de vestimentas elaboradas, optando por unos zapatos negros, los mismos que le arreglaba un zapatero en Buenos Aires.

“Los jóvenes nos reclaman un cambio. Ellos se preguntan cómo es posible que se pretenda construir un futuro mejor sin pensar en la crisis del ambiente y en los sufrimientos de los excluidos”.

En cuanto a su residencia, Bergoglio rompió con una tradición de 400 años, abandonando el palacio de Castel Gandolfo, con sus cinco hectáreas de jardines y un lago, y  prefiriendo residir en Santa Marta.

Ubicada dentro de los muros del Vaticano, en Santa Marta acostumbra irrumpir en la cocina y se toma el agua que queda tras la cocción de la achicoria, que se utiliza con digestivo.  

Con una sencillez que raya en lo ascético, Bergoglio ha sido capaz de introducir cambios profundos. “Abrió la Iglesia al mundo exterior como ninguno de sus predecesores lo había hecho antes”, indicó Mathew Schmatz, profesor de estudios religiosos en Estados Unidos. Un Papa que, en tiempos convulsos, propició el acercamiento de la Ia Iglesia con los más vulnerables.

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