Del orgullo nacional a la relevancia global: El nuevo enfoque del Canal de Panamá

El Canal de Panamá es mucho más que una infraestructura nacional; es un eslabón esencial en la conectividad mundial

El discurso sobre la soberanía en relación con el Canal de Panamá, ha sido fundamental en la historia del país, especialmente durante la lucha que culminó con la firma de los Tratados Torrijos Carter, que le permitió a Panamá convertirse en dueña de la importante vía interoceánica, en diciembre de 1999. Sin embargo, en la actualidad, este enfoque debe complementarse con una narrativa que resalte el impacto del Canal en la economía mundial y su papel estratégico en el comercio global.

Aunado al tema de la soberanía, lo que Panamá debe promover es su relevancia como un centro logístico de clase mundial, enfocado en la eficiencia, la sostenibilidad y la competitividad.

El Canal de Panamá es mucho más que una infraestructura nacional; es un eslabón esencial en la conectividad mundial. Su capacidad para acortar tiempos de tránsito y reducir costos en el transporte marítimo beneficia a economías de todos los continentes. Es un facilitador del comercio internacional que permite la circulación eficiente de bienes entre Asia, América y Europa, impactando directamente en la estabilidad de los mercados y en la optimización de las cadenas de suministro.

En lugar de destacar únicamente el tema de la soberanía cuando se trata del Canal, debemos también subrayar cómo su operación eficiente garantiza la fluidez del comercio mundial, contribuyendo a la competitividad de miles de empresas y naciones.

Panamá es un país soberano y el Canal es nuestro, lo que constituye un logro innegable y motivo de orgullo

Otro punto importante a destacar es el posicionamiento que tiene el Canal como un modelo de innovación y sostenibilidad. En un contexto donde la reducción de emisiones y la eficiencia energética son prioridades globales, la administración panameña ha consolidado su liderazgo, implementando tecnologías verdes, optimizando el uso del agua y modernizando la infraestructura para atender las demandas de buques más grandes y eficientes. Esto no solo ha reforzado sus atractivo internacional, sino que también proyecta a Panamá como un actor clave en el desarrollo de un comercio global más sostenible.

Otro elemento esencial en este cambio de narrativa es la transformación del discurso de orgullo nacionalista a uno basado en el buen servicio y la competitividad, tal y como lo han reconocido altos funcionarios de los propios Estados Unidos. Hace poco leí una entrevista que le hicieron al entonces secretario de Estado de Estados Unidos, Collin Powell, en la que decía que “Panamá está manejando el Canal mejor que mi país”.

La clave no es solo decir que el Canal es panameño, sino demostrar que es un Canal de clase mundial, con altos estándares de eficiencia, seguridad y confiabilidad.

Por último, es fundamental resaltar la importancia de la cooperación con actores internacionales. En un mundo interconectado, el éxito del Canal de Panamá depende en gran medida de su relación con navieras, gobiernos, organismos multilaterales y sectores industriales. En lugar de un enfoque limitado exclusivamente a la soberanía, es más beneficioso promover el Canal como un puente global, un punto de encuentro para el comercio y la inversión que dinamiza la economía, no solo de Panamá, sino del mundo entero.

En conclusión, Panamá es un país soberano y el Canal es nuestro, lo que constituye un logro innegable y motivo de orgullo, pero el discurso debe ir acompañado de una visión más amplia que resalte su impacto global e innegable que se ha logrado en manos panameñas. Enfocarse en su papel estratégico, su contribución a la economía mundial, su liderazgo en sostenibilidad y su competitividad como centro logístico, permitirá fortalecer su posición en el comercio internacional y maximizar sus oportunidades de desarrollo.

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