Se trata de un libro iluminador y rigurosamente investigado que escudriña la historia del Jazz panameño al tiempo que brinda nueva luz a los extraordinarios aportes sociales y culturales
Por: Manuel Domínguez, Periodista
En el año 2012, mientras planificaba con mi equipo las actividades para el Centenario del Canal nos llegó la propuesta para una película sobre la vía acuática. Pensé que era un documental, pero pronto comprendí que se trataba distinto: eran cinco cortometrajes que retrataban desde la ficción las complejidades y los impactos de la construcción del Canal en la vida diaria de personas de uno u otro lado de la relación Panamá-Estados Unidos. Ese guion se transformaría luego en Historias del Canal (disponible en Amazon Prime y AppleTV).
El éxito de la película fue precisamente la audacia de sus productores (Schverdfinger, Novas y Ortega) de contar la historia no desde la política, sino desde la vida cotidiana. Porque si algo ha quedado sepultado debajo de los relatos políticos, es la posibilidad para los panameños de conocer y comprender mejor todo lo que nos cambió y formó como sociedad un emprendimiento humano de la envergadura del Canal.
He vuelto a pensar en todo ello tras mi lectura del libro Ensayos diaspóricos del Caribe panameño y los orígenes del jazz, un poderoso trabajo de investigación del panameño Ariel Pérez Price que acaba de publicarse en nuestro país.

Se trata de un libro iluminador y rigurosamente investigado que escudriña la historia del Jazz panameño al tiempo que brinda nueva luz a los extraordinarios aportes sociales y culturales a Panamá de la cultura afrocaribeña, en gran medida invisibilizados por el relato oficial de la historia cultural de Panamá.
El libro contiene tres ensayos: La ciudad de Colón en la ruta de la eclosión del jazz; La trompeta, el hijo y el campeón; y La Iglesia Metodista, Luis Russel y los orígenes del jazz en el Caribe, cada uno rico en detalles e interconectados en el fondo uno con otro. El hecho que se haya publicado esta obra en castellano me parece de un enorme valor, ya que le genera un acceso local importante. Pérez Price también es autor de Pionero, la historia de Luis Russel, y Memorias de Bocas Town, vida y obra de José Antonio Price.
Para el lector, Ensayos opera con una lógica de cubo mágico, por lo que nos cuenta algo distinto dependiendo del ángulo o interés que tengamos al aproximarnos a ella. Aquí compartiré aquellos costados que más disfruté.
La escena del jazz en Colón
Ensayos reconstruye la vibrante escena artística de la Ciudad de Colón, Aspinwall, durante los años 20 del siglo pasado. Solemos escuchar cada tanto sobre ese esplendor cultural que explotó en Colón, pero salvo fotografías en blanco y negro, o referencias aisladas no siempre tenemos la oportunidad de leer en detalle cómo fue todo aquello.
El roce en Colón entre las culturas francesas, españolas, caribeñas, criollas, anglosajonas, asiáticas y otras resultaron en una furiosa amalgama cosmopolita de música, bares, salas de baile y de conciertos, restaurantes, cabarets, bandas de jazz, foxtrot, relaciones e intercambios de una enorme riqueza. Todo ello en una especie de frontera contigua con el puritanismo institucional de la Zona del Canal.
El ir y venir de barcos entre Colón y otras ciudades puertos como Nueva York, Atlanta y Nueva Orleans generó un robusto espacio socio cultural en el que de un lado y otro germinan influencias, especialmente en lo artístico musical. De allí es que Pérez Pierce sustenta que la conformación del jazz como se conocería después también se nutrió del talento que creció en Colón.
Y no solo de Colón, como también demuestra el libro, ya que desde los primeros pobladores que llegaron desde el Caribe a Bocas del Toro mucho antes, se pueden rastrear prácticas e influencias culturales que luego se habían presentes en Colón.
El increíble Luis Russell
Precisamente desde Bocas llegó a Colón en aquellos años el músico Luis Russel, quien eventualmente hizo una carrera exitosa en Estados Unidos como uno de los principales exponentes del creciente jazz. Hasta ahora, para mí Russell era un nombre del que tenía las referencias más conocidas. De allí que encontré muy enriquecedor el perfil completo que Pérez Price traza del músico, comenzando por los antecedentes de su familia y la historia de Bocas.
En ese sentido establece los orígenes de su formación musical en manifestaciones precursoras, sobre todo dentro de la Iglesia Metodista, que luego añadirían sus ingredientes a la amalgama del jazz en Nueva Orleans. Russell -se detalla en Ensayos- se incorpora a la ferviente escena musical de Colón compuesta por talentos locales, inmigrantes y músicos contratados que llegaban desde Estados Unidos.
A través de su extensa carrera el bocatoreño destacaría como líder de una de las principales bandas de jazz de la época y trabajó con figuras icónicas como Louis Armstrong.
De hecho, su orquesta se convirtió en la banda de Armstrong en 1935, consolidándose como una de las más influyentes en la historia del jazz. Russell también fue un innovador en el estilo “swing” y contribuyó significativamente al desarrollo del jazz clásico.
El campeón y el ícono
Es el 7 de noviembre de 1934. Louis Armstrong, aquejado de sus problemas vocales, se siente de buen ánimo y graba algunas canciones. En medio de una de ellas, arenga con fuerza, “El viejo Al Brown!», “Al Brown”, en referencia a la presencia allí de nuestro primer campeón mundial de box, el colosense Alfonso Panamá Al Brown.
Se trata de mucho más de una anécdota, según Pérez Price, quien analiza la escena “un guiño de la historia” que comprueba los lazos tejidos a partir de ese Colón multicultural y cosmopolita desde donde veía Al Brown.
A partir de ese dato, el autor bosqueja varios paralelismos entre Colón y Nueva Orleans, ambas con influencias francesas, y poblaciones oprimidas en lucha constante por su identidad.
Que justamente se hayan encontrado en La Ciudad de la Luz dos de sus más destacados hijos, ambos con historias de dificultades solo superadas por sus talento y tenacidad, ilustra el argumento central de Ensayos diaspóricos en relación con ese cosmopolitismo cuya existencia nos hemos dado el lujo de negarnos los panameños.
Al Brown hizo de París la base desde donde consolidó su carrera internacional, tal como leemos su magnífica biografía escrita por Eduardo Arroyo. En París, Brown se integró con artistas y figuras bohemias de la época, como Jean Cocteau y Josephine Baker, estableciendo relaciones cercanas con personalidades influyentes del arte y la cultura. Se convirtió en parte de la vibrante comunidad afroamericana y caribeña que vivía en la ciudad, compartiendo espacios con músicos de jazz, escritores y artistas que buscaban en París un refugio de los prejuicios raciales que prevalecían en otros lugares.
Creo como lector que el libro de Ariel Pérez Price era necesario, y su valor seguramente crecerá aún más con el tiempo. A pesar de que aún queda mucho por revisar e incorporar a nuestra historiografía y señas culturales establecidas, el hecho que ya se están publicando trabajos como el citado es una señal prometedora.