Por: ISA CHEVASCO
Nos encontramos un domingo en el cuarto de adolescencia de Momo Magallón. La pared más grande está pintada con un arcoiris y revelaba su lesbianismo antes que ella misma. Opuesto a este muro, ventanas brillantes por las que entra mucha luz natural y ves la Ciudad de Panamá. Éramos como diez personas, contando a Momo y a Flore, quien organizó el ‘estudio abierto’ dentro de su proyecto de gestión La Isla Que Camina. Aparte de él, puras mujeres. Aparte de mí, puras pintoras. Para que cupiéramos todas, salieron tres muebles del cuarto—una mesita plegable y dos carritos con tubos de pintura de óleo y acrílica.
“La hora de pedir un deseo”.
Óleo sobre lienzo
20” x 20”
2024
Foto de Astrid Aizpurua. Cortesía de Momo Magallón.
Momo introdujo brevemente la veintena de obras que colgaban en este espacio de gypsum. La mayoría en fase de producción, la semana entrante tenía un opening. Compartimos un sentimiento de curiosidad por los estudios de artistas que admiramos. Algunas contaron que ven en Youtube visitas guiadas de los estudios de artistas que admiran. Reconocí que todas estábamos ahí por vidajenas. Queríamos ver por nosotras mismas el checherero de Momo.
Luego nos habló de su carrera. Ésta es una artista que se fue a Tallahasee a estudiar escultura. Ahí, de repente estaba pintando. No se lo esperaba. Aparte de pintar—hizo muy poca escultura—construía instalaciones y se daba forma a sí misma en piezas de performance y video arte. En los Estados Unidos se reconoció a sí misma como lesbiana en un espacio que permitía toda expresión sexual y de género, una realidad que no había conocido en Panamá previo a su partida en agosto de 2017. Su carrera fluía en este nuevo entendimiento de sí misma. Antes de graduarse tuvo tres exhibiciones sola por allá y una en Panamá: En el trópico, en La Plural. Fue una expo de performance, con videos y una acción en persona.
“Tallanasty 05”
Gouache y lápiz de color sobre papel
9” x 12”
2020
Cortesía de Momo Magallón.
Este mes son cinco años desde que volvió. De una vez buscó espacio al que pertenecer, y se unió al colectivo femenino Ninguna Musa. Fue su primera experiencia de gestión, combinado con conocer personas nuevas, producir y mover su trabajo en un nuevo mundo. Luego en 2020, justo antes del inicio de la pandemia, lo dio todo para una exhibición a la que nadie fue. Welcome Home era toda de producciones nuevas de pintura y video. Inauguró una semana antes de que todo cerrara. No vendió nada y perdió el momentum que llevaba. Entró a la cuarentena derrotada. Las obras que produjo durante ese período fueron, igual, estudios vibrantes y alegres de objetos cotidianos.
No hay ‘one-offs’ sino una investigación continua y estudio cíclico de objetos y sus posibles configuraciones. Aunque existan retratos de humanos y no–humanos y placas de automóvil intervenidas con flores, Momo pinta principalmente bodegones. Son ejercicios de atención a lo cotidiano y una búsqueda de chécheres que sean divertidos de agrupar y mostrar. A la fecha de la visita trabajaba en ‘La hora del cumpleaños,’ —subserie de “Es la hora es la hora”–con confeti, globos, velas de números y malvas y chicles rosados.
Dibujos en preparación para “Mirando las Nubes” (2023) Foto de Isa Chevasco.
Conversamos sobre la pintura contemporánea y la banalización de lo decorativo. Para un cuarto lleno de pintoras, un diálogo honesto con el trabajo propio es lo más importante en una sociedad habituada a que las cosas sean más complejas que como se perciben inicialmente. Pero un cuadro no debe ser forzado a parir infinitos significados. “Tendemos a pensar que todo el mundo quiere conceptual,” dice Momo en referencia a sus bodegones. “Es más importante que seas genuino.” Su obra es resultado de una práctica pictórica que nace de la curiosidad pura y del gozo de la cualidad femenina de recolectar y cuidar.
En la cuarta pared del estudio, cubierta por un clóset, están pegadas muchas hojas de papel con diferentes mantras, notas, listas y mapas conceptuales. Una hoja en específico, probablemente arrancada de un cuaderno de rayas, dice ‘suave’ en el centro y se expande hacia diversas texturas, luces, colores y modos de relacionamiento. Suaves también fueron las preguntas, historias y sonrisas que compartimos en ese tiempo–espacio. A medida que las visitas de estudio se normalicen en nuestro contexto, imagino más diálogo ameno y constructivo entre las ideas y prácticas de los diferentes personajes de la comunidad artística panameña.
El closet del estudio durante la producción de “Mirando las nubes” en
2021.
Cortesía de Momo Magallón.