El «Informe de Riesgos Globales 2024» del Foro Económico Mundial ubica a la desinformación como el riesgo global número uno para este año. Y no es para menos. La proliferación de información falsa o tendenciosa erosiona la confianza, polariza a la sociedad y debilita las instituciones democráticas.
Según la UNESCO, en 2022 se duplicó la desinformación en línea a nivel global, alcanzando los 300 millones de publicaciones por día. El 90% de esta está relacionada con eventos políticos y sociales clave. Las consecuencias son profundas. La desinformación fomenta la radicalización, el extremismo y los discursos de odio. También permite manipular elecciones y procesos democráticos, como advierte el informe del Foro Económico Mundial.
Para contrarrestar la desinformación se requiere un enfoque integral. La alfabetización mediática y digital es clave, para que los ciudadanos identifiquen fuentes confiables y contrasten los datos. Algunos sectores sugieren que los gobiernos deben regular responsablemente las plataformas digitales para limitar la viralización de contenidos falsos y obligarlas a rendir cuentas. La transparencia sobre publicidad política y cuentas automatizadas es indispensable.
Finalmente, el periodismo de calidad, con investigación seria y verificación de hechos, es la mejor vacuna contra la desinformación. Debemos apoyar a los medios comprometidos con la verdad para fortalecer el ecosistema informativo. Restaurar la confianza y defender la verdad nunca había sido tan urgente. La desinformación es una pandemia que ataca el corazón de la democracia; pero, con responsabilidad individual y acciones colectivas podemos frenar sus estragos antes de que sea demasiado tarde. Nuestro futuro como sociedad depende de ello.