El descontento habla
Los vientos del descontento social soplan con fuerza en Latinoamérica. Como han previsto varios estudios e informes publicados en los últimos años, la región se encuentra inmersa en una ola de protestas y manifestaciones que reflejan el hartazgo de la población ante los graves problemas sociales y económicos no resueltos.
Panamá no ha sido la excepción. La reciente jornada de protesta nacional demuestra que los gobiernos sordos a los clamores populares y que varias décadas de desigualdad, falta de oportunidades y una sensación de estancamiento están pasando factura al tejido social del país. Situaciones similares ocurren en Chile, Colombia, Perú y otros países latinoamericanos.
Es hora de que los gobiernos asuman su responsabilidad y emprendan reformas reales, en lugar de paños tibios. Urge una nueva generación de líderes capaces de replantear el modelo político y económico dominante, que claramente ha fallado en beneficiar a amplios sectores de la población.
Son necesarias soluciones creativas e innovadoras para enfrentar flagelos como la corrupción, la concentración de la riqueza y la desatención de servicios básicos como la salud, la vivienda y la educación. El statu quo ya no es una opción.
Latinoamérica merece un nuevo pacto social, basado en la igualdad de oportunidades, la transparencia, la rendición de cuentas y un modelo económico centrado en las personas, no en pequeñas élites. Es la única forma de encauzar el inconformismo ciudadano por vías pacíficas y productivas.
De no ocurrir este “reseteo”, es probable que la agitación y las protestas sigan extendiéndose en los próximos años. Ningún gobierno de la región puede darse el lujo de ignorar las señales que envía una ciudadanía hastiada de promesas vacías y migajas insultantes. O aflojan el nudo que estrangula a las grandes mayorías, o el nudo terminará por estrangularlos a ellos. La historia está observando.