Con frecuencia, ante situaciones críticas, los líderes optan por guardar silencio con la esperanza de que el problema se disipe solo. Pero callar, cuando se requiere orientación y certezas, solo alimenta la incertidumbre, el temor y la desconfianza. Según el politólogo James Wilson, «el vacío de poder deja espacio para que germine el caos».
Un claro ejemplo ocurrió durante el estallido social en Chile en 2019. Por semanas, mientras crecían las protestas y la violencia en las calles, el presidente Piñera guardó un preocupante mutismo y no presentó medidas para encauzar la situación, lo que profundizó el descontento popular. Casos similares abundan en la historia reciente del resto del continente.
Existen al menos tres razones que explican por qué el silencio oficial en crisis alimenta la ingobernabilidad:
Primero, genera incertidumbre, ya que ante hechos extraordinarios la ciudadanía espera que sus autoridades les entreguen certezas, tranquilidad y un norte claro para superar los problemas. Sin lineamientos, orientación ni plazos, crece la sensación de abandono.
Segundo, abre espacio a teorías conspirativas y noticias falsas que saturan la conversación pública con desinformación que intoxica y divide. Sin una versión oficial clara, los vacíos informativos son llenados por explicaciones sesgadas y malintencionadas.
Tercero, debilita la legitimidad de las instituciones democráticas, pues transmite una sensación de improvisación e incapacidad para manejar las crisis. Esta pérdida de confianza ciudadana en sus autoridades y en el sistema político tiene efectos corrosivos en el mediano plazo.
Podría argumentarse que en algunos casos es preferible no reaccionar para no echar más leña al fuego. Pero guardar silencio no apaga incendios. Por el contrario, ante situaciones extraordinarias se requieren liderazgos activos, que informen, conduzcan y canalicen institucionalmente las legítimas demandas sociales. Ese es el camino para salvar la democracia en épocas de tormenta. El vacío de poder deja espacio para que germine el caos. Y en momentos de crisis, cada minuto de silencio oficial siembra incertidumbre, deslegitima la democracia y acrecienta el riesgo de ingobernabilidad.
Los gobernantes están llamados a liderar, no a esperar.