En su libro Hábitos atómicos, James Clear plantea que los individuos y las instituciones se componen de tres niveles que determinan lo que son: Los resultados, que es lo que obtienen o logran; los procesos, que son la serie de pasos o acciones que los llevan a los resultados; y, el nivel fundamental, las creencias, que determinan lo que una organización o individuo es. Los otros niveles se configuran de acuerdo a éste, que se constituye en la columna vertebral. Es absurdo pretender cambiar los resultados sin realizar cambios en las creencias, en las ideas que determinan las acciones o procesos que, a su vez, llevan a los objetivos que se desean o sueñan.
Esto aplica, también, en una democracia: la misma no será posible si no está fundamentada en creencias como la libertad, el bienestar general, la igualdad y el consenso. Si faltan esos valores no existe la democracia: su lugar es ocupado por el autoritarismo y por los procesos que le caracterizan: la imposición y la voluntad única de quien cuenta con la fuerza de las armas o la complicidad del aparato estatal.
Panamá no puede esperar consolidar una democracia vigorosa y estable sin una poderosa cultura de valores democráticos arraigada en cada uno de los aspectos de la vida nacional. Y para lograr aquella es requisito obligatorio una ciudadanía constituida por estos valores: cuando cada uno de los panameños piense y actúe impulsado por estas ideas y creencias, sólo entonces la nación contará con el sistema propicio donde la libertad, el bienestar general, la igualdad y el desarrollo serán posibles.