La historia no cambia, solo se modifica. El ser humano mantiene el mismo comportamiento, solo transforma el hacer.
Actualmente existe una carrera incontrolable por los recursos minerales para desarrollar energías sostenibles. Irónicamente, la aplicación de las soluciones por medio de estas energías – en especial en Europa, quienes están más avanzados en su implementación-, supone la destrucción de zonas naturales en África o América. Cobre, litio, níquel y cobalto son los minerales más codiciados en este momento.
Los principales consumidores de tecnología para transformar sus fuentes energéticas a “limpias” son Europa, Norteamérica y China.
Durante la época de la colonia las grandes potencias se alimentaban de las guerras internas de los pueblos originarios, los cuales fueron, finalmente, diezmados en no pocas regiones. Aprovechados como guías y apoyo a los conquistadores para explotar sus propias riquezas como la plata y el oro. Por otro lado en África, las guerras internas generaron el tráfico de esclavos, un caudal inmenso de mano de obra barata. En el Caribe se asignaron patentes de Corsario a conspicuos personajes, según el lado de la historia que haya sido narrado, como Sir Henry Morgan. Conflictos de poder entre las principales potencias de la época, que se reflejaron en el Caribe, saqueándose unos a otros, naves y poblados para apoderarse de bienes, irónicamente obtenidos de manera injusta en tierras americanas.
Actualmente los yacimientos de minerales en zonas geográficas de Latinoamérica y África son la nueva razón de discordias. La explotación del individuo en minas artesanales, comprando la materia prima a precios ridículos para luego ser revendidos a valores muy superiores es la tónica. Se incorpora en este ajedrez por el control de recursos, la gran potencia China, con acuerdos de negocios en más de 100 países y lamentablemente involucrados en escándalos muchos de ellos.
En la recién finalizada Cumbre Amazónica, en la cual solo participaron cuatro de los ocho mandatarios involucrados, no se llegó a acuerdos efectivos para detener la destrucción de esta importante zona. No hubo compromisos concretos para frenar la expansión de la frontera de petróleo y gas en la Amazonía. Tampoco consenso sobre la propuesta para lograr “cero deforestación” para el 2030. La iniciativa de la sociedad civil y los pueblos indígenas de proteger el 80 % de la Amazonía al 2025 fue ignorada.
Latinoamérica y África debemos comenzar a ser más enérgicos con respecto a las negociaciones de explotación mineras; haciendo valer nuestra propiedad de los grandes recursos naturales y humanos que históricamente hemos poseído. Comenzando por una sólida educación y la voluntad sincera de nuestros gobernantes para proteger a los ciudadanos y bienes de los estados.