Los últimos años han estado marcados por un peligroso deterioro de los valores democráticos en América Latina. Según revela un reciente informe de Latinobarómetro, la región está atravesando un período de recesión democrática caracterizado por una caída en el apoyo ciudadano a la democracia, un aumento de la indiferencia frente al tipo de régimen político e incluso una mayor aceptación de alternativas autoritarias.
Estos datos encienden las alarmas y destacan la necesidad de tomar correctivos de manera pronta. En 2023, solo el 48% de los latinoamericanos cree que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno, una caída de 15 puntos porcentuales desde 2010. La indiferencia política trepó 12 puntos hasta un 28% en el mismo período, mientras que la preferencia por gobiernos autoritarios llega al 17% de la población, cuatro puntos más que en 2020.
Detrás de estas cifras subyace un descontento ciudadano con el funcionamiento real de las democracias latinoamericanas. Los escándalos de corrupción, la deficiencia en la provisión de bienes públicos, la creciente desigualdad y los efectos de las crisis económicas han minado la confianza de los latinoamericanos en el sistema democrático. El colapso en la satisfacción con la democracia es quizás el indicador más crudo de este desencanto: en 2023, solo el 28% de los ciudadanos se siente satisfecho con la democracia en sus países, lejos del 63% de 2009.
Este clima erosiona valores democráticos clave. Por ello, no sorprende que figuren como alternativas los liderazgos mesiánicos, el apoyo a medidas autoritarias y la nostalgia por soluciones militares. Un 35% vería con buenos ojos un golpe de Estado hoy, 11 puntos más que hace dos décadas. Incluso en países tradicionalmente estables, la tolerancia a salidas autoritarias crece.
Sólo un programa decidido para atender las demandas sociales insatisfechas y renovar la política puede revertir esa peligrosa tendencia. Los latinoamericanos aún creen mayoritariamente que la democracia es el mejor sistema. Pero esa convicción se erosionará si los gobiernos no logran mejoras concretas. Sin instituciones sólidas, transparencia, crecimiento inclusivo y políticas públicas efectivas, el fantasma del autoritarismo acechará.
La democracia necesita entregar bienestar y oportunidades tangibles. Es hora de que los líderes políticos latinoamericanos comprendan la magnitud de este desafío, si no quieren ver amenazadas las libertades logradas con tanto esfuerzo en décadas recientes. Aún estamos a tiempo de encauzar el descontento por vías constructivas, pero el tiempo apremia.