En marzo de 2019, el entonces embajador chino entregó a quien ocupaba el Palacio de las Garzas el estudio de factibilidad para la construcción de una línea de tren que uniría la capital panameña y la frontera con Costa Rica: aunque se mencionaba el interés de hacerlo llegar hasta la capital del vecino país. El trayecto cubriría 391 kilómetros en territorio panameño, con 22 estaciones de las cuales cinco serían de carga. En ese momento el costo estimado del proyecto, que generaría 2 mil 900 puestos de trabajo en operación y mantenimiento, era de 4 mil cien millones de dólares.
Un tren que conecte las naciones de Centroamérica, juega un papel sensitivo en la estrategia global China “Belt and Road Initiative”, conocida también como la Nueva Ruta de la Seda. El ferrocarril sería un enlace directo entre la nación asiática y el istmo centroamericano, lo cual facilitaría que las empresas chinas comerciaran sus productos en la región. La conexión estimularía un aumento de las exportaciones de los productos chinos haciéndolos más competitivos en el mercado centroamericano y le daría acceso a la nación oriental a dicho mercado. En definitiva, el ferrocarril forma parte de una extensa visión global diseñada por los líderes chinos que, mediante la Nueva Ruta de la Seda buscan expandir su influencia económica y política alrededor del mundo.
En plena campaña electoral, al calor del acostumbrado desenfreno para prometer cielo y tierra a cambio del voto, dos candidatos vuelven a airear la línea férrea entre la ciudad de Panamá y la de David sin mencionar las opciones que se ofrecerán a los miles de transportistas- de carga y de pasajeros- desplazados por el proyecto de marras. Sin explicar, además, de dónde saldrá el financiamiento vista la descomunal deuda nacional que pesa sobre el futuro cercano y que ya es motivo de preocupaciones para algunos expertos.
¿Por qué tendría que correr Panamá con el coste de un tren que es parte de la estrategia global y que beneficia mayormente a una nación extranjera? Esa es la pregunta obligatoria para quienes primero prometen y luego piensan- si es que lo hacen- en cómo cumplir todo lo que ofrecen.