La suma del naufragio.

El dudoso comportamiento que los políticos en el poder- y los que aspiran a alcanzarlo- han convertido en la norma vigente, representa un dañino golpe que pone en riesgo el sistema democrático. Porque cada episodio de corrupción política, cada acto que subraya la venalidad imperante en el Estado, erosiona la confianza ciudadana en un sistema que permite la irrupción y el protagonismo de tan funestos personajes.

La confianza en las instituciones no solo las legitima, sino que también permite que la democracia funcione generando una mayor participación del ciudadano. Instituciones fuertes y creíbles se traducen en un sistema político que encarna los valores democráticos y las expectativas de los distintos grupos que son partícipes de la nación.

Por ello, resulta preocupante que la narrativa sobre la que se sostiene la democracia sufra tan notable deterioro desde hace algunos años. Que valores que le eran propios, como la justicia social, la igualdad, el desarrollo, estén en franco retroceso y que cada vez sea menos la credibilidad que se les profesa, sobre todo en ciudadanos ubicados entre los 20 y los 35 años, que igualmente consideran que el cacareado “bien común” es otro mito fracasado de una democracia que camina al filo de la navaja, próxima al naufragio.

Lamentablemente, el irresponsable comportamiento de los políticos del patio no augura un cambio de la situación en el futuro cercano. Contrariamente, la corrupción creciente, la multiplicación de privilegios y la supremacía de las ambiciones de casta sobre los intereses nacionales siguen tomando fuerza, con el consiguiente riesgo para la estabilidad del país.

¡He ahí el peligro que conlleva combinar la irresponsabilidad de los políticos con la indiferencia de los ciudadanos!