Si hay algo que destaca en medio de la miopía política reinante, eso es la incapacidad de trascender el cortoplacismo y de empinarse por encima de los intereses de manada. Y esa insuficiencia parece ser el rasgo que define los distintos sectores de la vida nacional, ya sea que se hable de política, de la sociedad civil o de gremios empresariales o de cualquier otro tipo. Todo parece girar en torno a los distintos intereses grupales, sin reparar en que quien camina con miras estrechas sin duda alguna se tropezará con el futuro.
Luego de las masivas protestas que se tomaron el país, las miras de corto alcance y los intereses particulares se adueñaron de la mesa del diálogo empujando hacia el naufragio las expectativas que impulsaron el levantamiento ciudadano. Mientras que, por otra parte, los grupos que reclaman por entrar a dicho diálogo, alegando falta de representatividad en el mismo, son quienes mantienen silencio cómplice con respecto a los abusos de mercado que, entre otros, fueron responsables del descontento generalizado manifestado en las calles.
Si de veras la intención es reparar las cosas fundamentales de la vida nacional que hoy están en crisis, el primer requisito es deponer los intereses personales y gremiales. Sin la capacidad de concebir y trabajar sobre objetivos y metas en común, el enfrentamiento estéril y las rivalidades entre bandos continuarán moldeando el escenario criollo, con los riesgos que eso implica.