«El despliegue mundial de la vacuna contra la COVID-19 es el mayor y más rápido de la historia, pero muchas de las personas de mayor riesgo siguen sin estar protegidas: solo el 28 por ciento de las personas mayores y el 37 por ciento de los trabajadores sanitarios de los países de bajos ingresos han recibido la primera tanda de vacunas y la mayoría no han recibido dosis de refuerzo. 27 de los Estados miembros de la OMS aún no han iniciado un programa de refuerzo o dosis adicional, 11 de los cuales son países de bajos ingresos», justifica la OMS en un comunicado.
Se estima que en el primer año de despliegue, las vacunas han salvado 19,8 millones de vidas. Se han administrado más de 12.000 millones de dosis en casi todos los países del mundo, con lo que los países han llegado al 60 por ciento de su población de media.
La estrategia pretende utilizar las dosis primarias y de refuerzo para reducir las muertes y las enfermedades graves, con el fin de proteger los sistemas sanitarios, las sociedades y las economías.
En el camino para alcanzar el objetivo del 70 por ciento de vacunación, la OMS insta a los países a priorizar la consecución de los objetivos de vacunar al 100 por ciento de los trabajadores sanitarios y al 100 por ciento de los grupos más vulnerables, incluidas las poblaciones de edad avanzada (mayores de 60 años) y las personas inmunodeprimidas o con enfermedades subyacentes.
«Incluso cuando se logre una cobertura de vacunación del 70 por ciento, si un número importante de trabajadores sanitarios, personas mayores y otros grupos de riesgo siguen sin vacunarse, las muertes continuarán, los sistemas sanitarios seguirán bajo presión y la recuperación mundial estará en peligro. Vacunar a todos los que están en mayor riesgo es la mejor manera de salvar vidas, proteger los sistemas de salud y mantener abiertas las sociedades y las economías», ha comentado el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus.
Para garantizar que las vacunas lleguen a los grupos más prioritarios, la estrategia hace hincapié en la necesidad de medir los avances en la vacunación de estos grupos y desarrollar enfoques específicos para llegar a ellos.
Estas medidas incluyen el uso de datos locales y la participación de las comunidades para mantener la demanda de vacunas, la creación de sistemas para la vacunación de adultos y la llegada a más personas desplazadas a través de la respuesta humanitaria.
La estrategia también tiene como objetivo acelerar el desarrollo y garantizar el acceso equitativo a vacunas mejoradas para reducir sustancialmente la transmisión como prioridad principal, pero también para lograr una inmunidad duradera y ampliamente protectora.
Asimismo, la estrategia ve «fundamental» seguir invirtiendo en investigación y desarrollo para fabricar vacunas «más eficaces y fáciles de administrar», como los productos en spray nasal; así como en el desarrollo de una vacuna que prevenga la transisión y no solo la muerte.