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El puente de la desidia
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febrero 3, 2022

El puente de la desidia

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Para el cuerpo humano los exámenes médicos periódicos y una disciplina de alimentación sana y de ejercicios regulares resulta fundamental para contar con una salud óptima. De igual manera, una cultura de mantenimiento continuo y periódico contribuye a la protección y durabilidad de las infraestructuras públicas a la vez que garantiza su máximo rendimiento y el cumplimiento efectivo del servicio para el que se construyeron. En la otra acera, un mantenimiento deficiente o inexistente acelera su deterioro, su continua depreciación y, en el peor de los casos, implica un riesgo potencial para los usuarios.

En nuestro entorno público, las políticas de mantenimiento son materia eternamente pendiente por parte de los responsables de administrar los bienes comunes. Y no son pocos los ejemplos que demuestran semejante desidia: mientras el máximo regente del deporte nacional proponía gastarse 14 millones de dólares en el Salón de la Fama del deporte panameño, amplios segmentos de la Ciudad Deportiva muestran crecientes huellas de deterioro, por poner sólo un ejemplo en ese renglón. Por otros predios como la educación, la situación es una fiel copia al carbón del desgreño nacional en cuanto a mantenimiento: a un par de semanas de retomarse las clases presenciales menos del 50 por ciento de los planteles han recibido los trabajos de remozamiento que necesitan. Y en uno de los sectores donde más notoria es la ausencia de esa tan necesaria cultura de mantenimiento, la red vial, la desidia pinta peor: los baches son tan numerosos como profundos, al punto que los llamados popularmente “cráteres” son la regla en las carreteras del país.

La palabra mantenimiento no figura en el vocabulario de los burócratas criollos, que insisten año tras año, administración tras administración, en su pasividad e ineficacia, sin que los inquiete el riesgo en que tal actitud pone al resto de los ciudadanos. Como los que transitan a diario por el puente vehicular de Chanis, entre la intersección de la Vía Cincuentenario con la Santa Elena. Más de media docena de las pesadas losas de dicha estructura, amenazan con desprenderse sobre los transeúntes que se ven obligados a pasar por el lugar a diario. El riesgo, incluso de muerte, es evidente para los usuarios de la vía; no así para los funcionarios cuya responsabilidad es- en teoría- velar por la conservación de las obras y por la integridad de los ciudadanos a los que esas estructuras deben servir. Esperemos no llegar a eventos extremos, donde el cinismo se toma las cámaras para lamentar lo que pudo evitarse con sólo asumir las obligaciones del puesto ocupado.