Los fantasmas daneses
Cuando el guardia Marcelo le dice a Hamlet y a Horacio que “algo huele a podrido en Dinamarca”, seguramente se refería al clima de corrupción galopante en las altas esferas del reino donde las traiciones, los asesinatos y el incesto figuraban preponderantemente en el menú ofrecido por Shakespeare en una de sus más célebres obras. El rey Hamlet, padre del príncipe con igual nombre, acaba de ser asesinado por su propio hermano quien usurpa el poder y la corona casándose con la viuda. Aquél sencillo vigía sólo pretendía señalar la descomposición impulsada por la política sucia que emana desde la cumbre del poder: la corrupción desde arriba; jamás imaginó Marcelo que su frase se inmortalizaría para apuntar a todas aquellas cosas que marchan mal en un país por causa de la corrupción.
Hoy Dinamarca ya no huele tan mal: en el índice del 2020 marcó 88 puntos sobre una escala de 100, donde éste último número representa ausencia absoluta de corrupción; es decir, la nación nórdica ostenta hoy la mayor transparencia y el más bajo nivel de corrupción en todo el mundo. Aquél humilde centinela danés, por lo tanto, ya no encajaría muy bien por allá, pero lo haría perfectamente en nuestros escenarios tropicales en estos tiempos, específicamente en nuestra nación donde “algo huele a podrido” desde hace ya mucho rato y donde resulta alarmante la indiferencia ciudadana ante semejante descomposición.
Hace poco más de 48 horas, la Fiscalía Especializada en Delitos Relacionados con Drogas, en una operación conjunta con la Policía Nacional y el Servicio Aeronaval Nacional, aprehendieron a 56 personas presuntamente vinculadas a una organización dedicada al tráfico de estupefacientes. Entre los capturados figuran nueve funcionarios nacionales: cuatro miembros de la Policía Nacional, uno del Servicio Aeronaval, dos de la Autoridad del Canal, uno del Ministerio de Educación y otro perteneciente a una Junta Comunal. Durante los últimos años han resultado ser muy frecuentes este tipo de casos, lo que impulsa al ciudadano a percibir que la delincuencia ejecuta una fuerte infiltración en diversos niveles del aparato estatal.
Cada día el país resulta sorprendido por un nuevo hecho de violencia donde se ven envueltos funcionarios en situaciones irregulares que incitan a la desconfianza pública y que alertan sobre un asalto del crimen organizado para tomarse las esferas claves del poder gubernamental. ¡Algo sigue oliendo a podrido, pero no precisamente en Dinamarca!