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Sin paraguas para el desastre
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octubre 11, 2021

Sin paraguas para el desastre

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Lo advirtieron en su momento algunos miembros de la Comisión Nacional de Reformas Electorales (CNRE): que, entre todas las propuestas, la que pasaría por la más dura batalla sería aquella que buscaba desterrar la distribución de curules en los circuitos plurinominales mediante la fórmula del residuo. Además de poner en desventaja a las minorías políticas, esta fórmula distorsiona el concepto de representatividad en el sistema democrático vigente.

Denostada junto a las del cociente y medio cociente, ésta del residuo termina por concederle una curul a candidatos que individualmente no contaban con los votos suficientes para llegar a la Asamblea. ¿A qué intereses termina respondiendo, en semejante caso, un individuo cuyo arribo al hemiciclo no es consecuencia de los votos recibidos en las urnas sino de una perniciosa aritmética electoral?

Una vez más resulta evidente que las “bandas” políticas en las que han degenerado los partidos criollos, continúan viviendo de espaldas a los grandes intereses nacionales, menospreciando a la ciudadanía contra cuyos intereses atentan desde sus sitiales de poder.

Pero, esta situación además de su extrema gravedad, resulta sintomática de un problema más complejo y profundo de la sociedad en general: el de “normalizar” situaciones que no lo son; el de aceptar como cotidianas circunstancias denigrantes que rompen con las normas legales y éticas, pretendiendo convivir con ellas y asumir que no afectan la realidad individual de cada ciudadano. Con esa resignada mentalidad se ha aceptado, como cosa común, la corrupción, el atraco a las arcas públicas, los inacabables privilegios de una casta política y económica, los abusos de poder, la deformación del sistema legal para satisfacer los intereses de un reducido grupo… En fin, un largo etcétera de situaciones que bordean o incurren en los predios de lo que condena la ley en cualquier país medianamente correcto.

A una nación sumida en semejante indiferencia ética y moral, que acepta como cotidiano aquello que debería escandalizarle, no se le augura sino tempestades en su porvenir. Más vale preparar los paraguas anticipadamente: aunque de nada servirán vista la magnitud del desastre que acecha.