El fotógrafo de mariposas que retrató el universo alado de Colombia

Tuvo su propia metamorfosis. Juan Guillermo Jaramillo se convirtió en el gran retratista de mariposas en Colombia después de constatar lo difícil que era fotografiar las aves que observó por años. Su nueva afición tomaría un vuelo insospechado.

Agrónomo de 65 años, exdirectivo de una empresa de alimentos para animales y con una curiosidad irrefrenable por la fauna alada, Jaramillo es el coautor del inventario que certificó a Colombia como el país con más especies de mariposas en el mundo.

El listado fue publicado en junio por el Museo de Historia Natural de Londres, donde está la colección más grande y antigua de estos insectos.

Checklist of Colombian Butterflies (Mariposas de Colombia Lista de Chequeo) recopiló 3.642 especies en este país megadiverso de los Andes, lo que representa el 19,4% de todas las variedades conocidas.

Pero Jaramillo, y pide aclararlo, no es un coleccionador. «Rompí con la imagen tradicional asociada a las mariposas, la de los coleccionistas que las matan, las meten en un sobre y luego las clavan con un alfiler en una caja», explica.

«Simplemente no soy capaz de matarlas», dice a la AFP en su casa de Jardín, un municipio del departamento de Antioquia, en el noroeste colombiano.

La deforestación, la ganadería y el calentamiento de la Tierra están destruyendo sus hábitats. Junto con las abejas, las mariposas son importantes polinizadores y fuente de alimento de pájaros y serpientes.

Jaramillo cuenta con un banco de 220.000 fotos de mariposas y él solo ha captado a 1.500 especies en Colombia, poco menos de la mitad del listado con el que han contribuido otros retratistas.

Cebos y otros descubrimientos 

Desde hace 15 años Jaramillo husmea en bosques y selvas en busca de «joyas aladas», lo que no está exento de riesgos en un país que ha estado bajo fuego de guerrillas y paramilitares durante más de medio siglo.

El acuerdo de paz de 2016 con los rebeldes marxistas de las FARC menguó el conflicto y liberó algunas zonas para la llegada de científicos, naturalistas y observadores.

Pero otros grupos armados que se alimentan del narcotráfico persisten en algunas zonas rurales.

«Ya estoy jubilado, tengo libertad de tiempo, quisiera ir a muchos sitios pero hay unos a los que no voy simplemente por susto», dice.

Siempre ágil y en buena forma, se interna en los campos con una cámara, un trípode y un invento propio: los cebos de camarón.

Cede la lluvia y Jaramillo desciende por los caminos de una reserva natural. Lleva un aspersor con un líquido rosáceo.

Ensayó con varios cebos hasta descubrir que el de camarón -que licúa en la mañanas- es el que más atrae a las mariposas.

Esparce el jugo pestilente sobre las rocas y hojas que crecen junto a una quebrada torrentosa. También va dejando pequeñas bolas de algodón mojadas con el cebo. «Así les hago creer que es excremento de aves», explica.

Regresa sobre sus pasos para ver si alguna se posó. «Cuando las mariposas aterrizan en una hoja se quedan un buen rato ahí chupando la arena. Son casi que modelos.

Sin el cebo sería imposible ver algunas especies en el bosque, porque viven en árboles muy altos».
Otro aguacero frustra su jornada. «Sin sol no hay mariposas». Al siguiente día tendrá más suerte.

Metamorfosis 

Antes de aficionarse a los lepidópteros, Jaramillo avistaba pájaros. Con las aves ya había hecho algo similar al inventario de mariposas. Colombia reúne la mayor diversidad de ambos animales, además de orquídeas, según el Convenio de Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica (CBD, por sus siglas en inglés).

Pero fue con la fotografía digital que comenzó su metamorfosis. «Hacer una buena foto de pájaros es muy difícil, porque se necesitan lentes muy grandes, pesados, pero estando en el campo le tomé fotos a las mariposas».

Cuando descargó las imágenes se asombró con sus formas y colores.
Saltó entonces de un mundo abundante a uno inabarcable.

Mariposas y polillas son el grupo de insectos más numeroso del planeta, después de los escarabajos, con casi 160.000 variedades descritas.

«En Colombia puede haber el doble de mariposas que de aves. En los Andes me han dicho que hay alrededor del 10 o 15% de especies de mariposas sin describir.

Tenemos muchas fotos de especies no descritas», señala a la AFP la estadounidense Kim Garwood, autora de cinco libros sobre estos insectos y coautora del Checklist of Colombian Butterflies.
Cerca de su finca, en una vía poco transitada y rodeada de bosque, Jaramillo se siente en el lugar perfecto.

El sol arde desde temprano. «El aire caliente les ayuda a sostener el vuelo, cuando llueve las mariposas se ponen debajo de las hojas como si fuera un paraguas», describe.

Viene entonces el ritual del cebo y esta vez las mariposas se posan por montones. Jaramillo aprendió a domarlas. Con un poco de saliva las acerca a sus manos y nariz.

Fotografía una y otra durante horas. Se sorprende con sus colores. Si hay una imagen nueva la sube a su base de datos, para que luego expertos la clasifiquen.

Con la noche arranca para él una nueva expedición. Sube a una especie de estudio de luces que instaló en su finca. También descubrió que las polillas se aquietan con la luz. Son sus nuevos modelos.
«Con mariposas y polillas tengo trabajo para esta y diez vidas más», se solaza.

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