Antoine de Saint-Exupéry, autor de «El Principito», y su esposa salvadoreña Consuelo vivieron una relación tormentosa que años más tarde se replicó entre los herederos, pero la publicación ahora en Francia de la correspondencia de la pareja parece poner punto y final a la saña.
De la célebre obra del poeta y aviador francés, publicada por primera vez en 1943, se han vendido más de 200 millones de ejemplares en el mundo, con 450 traducciones, según sus herederos.
Este jueves se publican en Francia más de 160 cartas y telegramas que la pareja intercambió entre 1930 y 1944, junto a fotografías, esbozos de Saint-Exupéry y dibujos de su esposa y artista.
«Consuelo, cariño, no sabes hasta qué punto me haces sufrir», dice él.
«Lloro de emoción, tengo tanto miedo de exiliarme de tu corazón…», escribe ella.
La relación entre este aventurero de temperamento inestable, y Consuelo, una mujer muy independiente, les llevó a pasar momentos difíciles. «Consuelo tenía un carácter exuberante y él era muy depresivo. Sus amores múltiples no son una señal de donjuanismo sino de una errancia afectiva», explica su biógrafo Alain Vircondelet.
Pero las cartas muestran que nada consiguió separarlos, hasta la misteriosa muerte de Saint-Exupéry durante una misión en el Mediterráneo en julio de 1944.
Sin descendientes ni testamento
La primera misiva del aviador, en Buenos Aires, donde se enamoró de la salvadoreña, parece el preámbulo de lo que será «El Principito».
«Recuerdo una historia no muy antigua, la cambio un poco: érase una vez un niño que había descubierto un tesoro. Pero este tesoro era demasiado bonito para un niño que no podía comprenderlo con los ojos y cuyos brazos no podían contenerlo. Por eso, el niño se volvió melancólico».
Saint-Exupéry no fue testigo del éxito de su cuento, publicado por primera vez en 1943 en Nueva York. Pero Consuelo, sí.
Cuatro años más tarde, un acuerdo permitió zanjar el problema de la sucesión del escritor, que falleció sin descendientes ni testamento.
A Consuelo le correspondieron la mitad de los ingresos derivados de la obra y a la familia de Saint-Exupéry la otra mitad, además de los derechos morales, es decir, la potestad de decidir sobre todo lo que afecta al universo del autor.
Al morir en 1979, Consuelo legó sus derechos a su secretario, el español José Martínez Fructuoso. Y se desató la tormenta: la rama familiar de la hermana de Saint-Exupéry, Gabrielle d’Agay, llevó el asunto a los tribunales.
Martínez Fructuoso fue condenado en 2008, tras haber publicado escritos de Saint-Exupéry en la obra «Antoine y Consuelo de Saint-Exupéry, un amor de leyenda». Pero en 2014, los Agay debieron pagarle parte de los ingresos obtenidos por unos dibujos animados de «El Principito».
Ahora, las cartas simbolizan las paces entre ambas partes. Hay dos prefacios: el de la viuda del secretario, Martine Martínez, y el de Olivier d’Agay, sobrino nieto de Saint-Exupéry.
«Esta obra no habría podido ver la luz sin la colaboración entre la Sucesión Antoine de Saint-Exupéry-d’Agay y la Sucesión Consuelo de Saint-Exupéry», indicó la familia en un comunicado, admitiendo una «guerra jurídica infructuosa para obtener la cotitularidad de los derechos de autor».
El universitario Alain Vircondelet previene no obstante que esta edición no contiene «todas las cartas de Consuelo». «La señora Martínez tiene un tesoro colosal sobre Saint-Exupéry y cada vez que me habla de ello me quedo boquiabierto».
El biógrafo revelará una pequeña parte de este en un libro cuya publicación está prevista en agosto sobre la génesis de «El Principito» en Long Island (Estados Unidos).
París, Francia. AFP