Las protestas que estallaron en Colombia desde el 28 de abril pasado, acumulan un saldo de 26 muertos y supera los 800 heridos, según el recuento oficial; aunque algunas organizaciones defensoras de los derechos humanos alegan que las cifras reales superan con creces esos números.
Las muchedumbres se lanzaron a manifestarse en las calles del país sureño aun cuando enfrentan la más letal ola de contagios del nuevo coronavirus. En una nación de 48 millones de habitantes, las víctimas del covid-19 rondan los 75 mil y apenas un 10 por ciento de la población ha recibido una dosis de la vacuna.
Lo ocurrido “es un síntoma de un malestar transcontinental y no parará en Colombia”, advierte el filósofo del Birkbeck College en Londres, Oscar Guardiola-Rivera, colombiano para más señas.
Ante este escenario, ¿qué lecciones, entonces, podemos resaltar de las masivas protestas que tiñen el territorio de aquella nación sudamericana?
Tres destacan por ser comunes al resto de Latinoamérica. La primera, la absoluta ignorancia que manifiestan los gobiernos acerca de las necesidades de las mayorías ciudadanas y que se manifiesta en servicios públicos de salud deplorables, tan deplorables como la educación que brinda el Estado, el alto precio de los medicamentos y las dificultades crecientes para la adquisición de una vivienda digna, entre otros asuntos.
La segunda lección es la permisividad y la participación de las clases gobernantes en la creciente corrupción que drena los recursos públicos enriqueciendo a unos pocos a costa de la pobreza de los más.
Y la tercera lección que nos dejan las protestas colombianas es la absoluta desconexión que existe entre los gobiernos y la realidad en la que están sumidos los gobernados: solo una clase política totalmente desconectada de la realidad circundante intentaría meter la mano en los bolsillos de una ciudadanía golpeada ferozmente por la pandemia.
Poner bajo control la crisis sanitaria no es el fin de una realidad potencialmente explosiva. “Desde la plaga de Justiniano en el siglo V y la Peste Negra del siglo XIV hasta la gripe española de 1918, la historia está trufada de ejemplos de epidemias que tienen fuertes repercusiones sociales: transforman la política, subvierten el orden social y provocan estallidos sociales”, afirman Philip Barret y Sophia Chen en el informe “Las repercusiones sociales de las pandemias”. ¿Por qué la del covid-19 habría de ser distinta?