Hablar de una sentencia que no se ajusta a lo que la mayoría espera, es indignante. Indigna porque siendo legal, no es justa, y eso nos pone a pensar. La vida son fallos, y los fallos, fallos son… Solo los que conocen las interioridades de un proceso saben lo que sucede cuando un jurado absuelve al que se debe condenar. El juez, los fiscales, defensores y querellantes manejan de primera mano los detalles, aquello que el común de los mortales no entiende o ignora. Hay procesos que por su naturaleza el público tiene acceso a ellos, otros en los que no es posible ya que se procura invisibilizar a la víctima, protegerla. Es decir, no revictimizarla exponiendo su identidad y las causas que llevaron al banquillo de los acusados a quien ella señala.
La violación es de esos delitos que por más que se trate de tender un velo de amparo y resguardo, la víctima siempre quedará expuesta. No por conocerse quién es, al contrario, su identidad permanece anónima la mayoría de las veces. A diferencia de otros que una vez se pronuncia el juez la víctima siente alivio, para bien o para mal, en la violación jamás se podrá hacer justicia. Cómo si para ese daño no hay remedio ni reposo. No se alcanza la paz. Algo parecido en el caso del homicidio, no se puede devolver la vida. En la violación nada se puede revertir, y dado el caso, la desfloración emocional resulta peor que la física. Y cuando no hay tal, solo los actos que llevan a ella, igual que en el homicidio, la sola tentativa o intención, ya es execrable.
Una mujer cuando decide revivir ese momento, entrar en la dimensión procesal de esa experiencia, de enfrentar a su agresor corre el riesgo de ser prejuzgada. Aun sabiendo que no logrará nada con eso. Pues lo primero que hace la defensa es desacreditarla, atacarla, llegando entonces ella a creer que se lo merecía. Solo le queda resignarse, pues al final la culpa es de ella, por ser mujer. Por ser una mujer que se viste de tal manera, que trata al hombre de tal manera, que habla de tal manera, que bebe de tal manera, que frecuenta lugares de todas maneras, que vive a su manera, que si por pía o puta…, de cualquier manera, ella se lo buscó.
La otra cara es aquel que en clara ventaja sobre su víctima mimetiza su lujuria y lascivia siendo un tipo apocado o “normal”. Un morboso contumaz con personalidad de superhéroe. A veces popular, pero no tanto, de buena cuna o mala cama, un esclavo de sus complejos y frustraciones. Reprimido y a veces violento, encantador, pero sin encanto. Siempre tras la más débil, la presa solitaria. Un hombre invisible, un milmáscaras, ser todo lo que pueda jugar a su favor, un desajustado que no sabe obedecer las señales a la espera de su oportunidad.
No me interesa el fallo foto finish que absuelve a un hombre acusado de violación. No me interesa el sistema que juzga diferenciando los tiempos y la persona. Si lo hizo cuando era fulano, ahora que es don fulano no puede ser tratado igual. Se juzga a una persona por los hechos y pruebas que lo incriminan, pero más determinante es el tiempo. El momento en que sucedió, esa atmósfera de la que echa mano, cuando se siente con derecho a tomar lo que no es suyo, pues para él la mujer es una cosa que espera poseer. Y para eso no hay diferencia, da igual que seas un cualquiera o un don nadie, o el más encumbrado caballero. En fin, necesitas ayuda.
No me interesa criticar el sistema, de qué sirve saber lo larga que tiene el diablo la cola, si nadie se la va a pisar. Si tú me juzgas a mí, mira bien; pues mañana me tocará juzgarte a ti. Eso no es de Dios. Y entonces, cuando me toque juzgarte, hay que saber que no es lo mismo simple que calificado. Es que hay gente que está por encima de todo, la ley no es igual para todos. De justicia, nada; no hay decisión salomónica que valga y ni una cuarta más por encima de la vara. Hay camellos que pasan por el ojo de una aguja en alegre tuna. Cómo se entiende un fallo de no culpable, ¿que la ley te absuelve y la justicia no te puede condenar?
Me interesan las víctimas, qué sucede con las víctimas de una violación, entiéndase las que se atreven a contarlo, sin debatir hasta dónde llegó su agresor. Tan solo pasar la línea del no, ya es una violación. Entonces la que se resiste a ser violada, la que sobrevive, ¿cómo se le debe llamar? La que puede acusar y no logra que se le haga justicia, tendremos que llamarla culpable. Eso pasa cuando un fallo dicta que el acusado no es tal, pero tampoco es inocente. En la violación la víctima no volverá a hablar de inocencia. Si no podemos hacer justicia, para qué nos tomamos el trabajo de juzgar. La culpa termina siendo de la víctima, quien tendrá que vivir en un régimen de terror, en un constante estado de alerta. Si un fallo declara al acusado no culpable, ¿la persona que acusa terminará siendo no víctima?
Cuántas se atreverán a denunciar ahora. Que este gran fallo sea un despertar, que anime a esas víctimas que han callado por tanto tiempo, que un no culpable sea el detonante para que los juzgados se llenen de casos hasta dar con el respetable violador que un día se confiese culpable. El caso Harvey Weinstein, aquel en el que decenas de mujeres se atrevieron a hablar rompiendo el silencio del miedo, acusando a este personaje de acoso sexual y violación no tardará en tocar nuestras playas. Ese sería un gran paso, ver a valientes mujeres diciendo a mí también me pasó. Mujeres poniéndole rostro a sus miedos. Porque esto ha pasado, pasa y seguirá pasando mientras no se haga justicia.
La violación termina siendo el castigo, al no haber justicia ni escarnio las víctimas tendrán que vivir agradecidas de que al menos no las mataron. Sobreviven porque no se resistieron, y esto el violador lo entiende de la manera más retorcida posible. Él cree que le gustó. Denunciando es la forma que la mujer puede decir que no le gustó. No todas las mujeres resultan en víctimas, pero el riesgo es real, mientras más inseguras sean las calles y más violentos y permisivos seamos como sociedad, la amenaza está. No hay tal sexo débil porque no se trata de fuerza, ni de sexo, estamos hablando de poder. Un primitivo machismo que no nos deja salir de la cueva.
John Grisham, escritor, hace un relato descarnado de una brutal violación. Con un contenido racial muy fuerte el final de su libro, que fue llevado a la pantalla, es épico. Este abogado defendía a un padre acusado de vengar a su hija. Ya viéndose derrotado, recurre a su ingenio. Resumiendo, el alegato final que dirigió al jurado, y permitiéndome unas licencias, me atrevo a reseñarlo. “Les voy a contar una historia, por favor cierren los ojos mientras se la cuento. Por encima de todo, quiero que se escuchen a sí mismos. Cierren los ojos por favor. Esta es una historia sobre una niña que iba camino a su casa. Quiero que vean la imagen de esa niña en su mente. De repente, un camión se detiene, dos hombres se bajan y la agarran. La arrastran hasta un campo cercano y la tiran al suelo. Le arrancan la ropa, y la violan, primero uno y después el otro. Su inocencia y pureza se van haciendo añicos entre los jadeos y el sudor de los borrachos… Luego se orinan en ella. Con una cuerda hacen una soga, imaginen el lazo apretando su cuello… Suspendida en el aire sus pies no encuentran apoyo. La rama se rompe y cae. La recogen y le pegan un tiro. La llevan hasta un puente y la tiran. ¿Pueden verla? Violada, con el cuerpo roto, empapado en orina, esperma y sangre. Se van dejándola morir. ¿Pueden verla ahora a esa niña?, pues ahora imaginen… imaginen que es su hija”. Y si fuera ella.