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Historia de las vacaciones II: turismo con clase
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enero 12, 2021

Historia de las vacaciones II: turismo con clase

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Como ya leímos en la entrega anterior de La Historia Habla, allá por el siglo XIX el norte de España y el sur de Francia comienzan a convertirse en los destinos favoritos para las vacaciones de los aristócratas europeos.

Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III, fijó su residencia de verano en Biarritz. Su palacete, llamado Villa Eugenia, fue construido en 1854 y en sus salones y habitaciones se hospedó lo más granado de la aristocracia y la realeza europea, desde Azorín hasta Otto von Bismarck, desde la reina Victoria a la emperatriz Sissi. Y en 1893 el edificio se transformó en el Hôtel du Palais.

En un principio las vacaciones solo las podían disfrutar las clases más acomodadas y la aristocracia. Aunque en la Edad Media los jueces y los clérigos fueron de los primeros en disfrutar de ‘vacaciones de verano’. En muchas zonas, los fueros y las leyes prohibían que los campesinos fueran citados en los tribunales durante los dos meses de cosecha, julio y agosto, que eran los meses de mayor trabajo en el campo, de ese modo, los jueces y los clérigos se tomaban esos meses libres, y como los sacerdotes solían ser también los preceptores y los maestros, los escolares disfrutaban también de esos meses de asueto.

Pero, como ya apuntábamos, fue durante el siglo XIX y con la expansión del ferrocarril cuando el tren se convirtió en el mejor aliado del ocio y del turismo. En Francia, una línea que en 1871 unía París con Normandía, permitía a los caballeros salir de París el sábado por la noche, pasar el domingo en Normandía volver el lunes por la mañana.

La primera clase sigue siendo prohibitiva para las clases populares, pero los precios de segunda y tercera clase se hacen cada vez más accesibles.

El gobierno provisional ruso que sube al poder en 1917 después de la revolución de febrero es el primero que reconoce el periodo vacacional pero no como un derecho general, solo tenían la posibilidad de disfrutar de ese descanso aquellos trabajadores que se destacaban por su fidelidad o su buen comportamiento.

Fue en el otro extremo de Europa, en España en 1918, cuando se aprueba una ley que concede 15 días de vacaciones a algunos funcionarios, los militares, los maestros y los marinos mercantes entre otros podían disfrutar de unos días de asueto. No es hasta la II República, en 1931 que se aprueba una semana de vacaciones al año a todos los trabajadores.

Pocos años después las vacaciones se implantan en Francia, cuando llega al poder el Frente Popular presidido por Léon Blum. En junio de 1936 el gobierno instaura por ley dos semanas de vacaciones pagadas, que pasaron a ser cuatro en 1968, y cinco en 1982.

Aunque en el resto de Europa aún son muy pocos los asalariados que tienen la posibilidad de tomarse tiempo libre, en la Alemania nazi y el fascismo italiano también están impulsando en ese momento las vacaciones pagadas y obligatorias para los trabajadores.

El logro de las vacaciones no fue un objetivo ni una reivindicación sindical, sino una propuesta populista impulsada desde el gobierno.

Y no va a ser hasta 1950 que podemos ver el boom del turismo de masas, esto, junto con la liberación de las costumbres lanzará a hordas de nuevos viajeros hacia las playas.

Aunque los destinos de la costa eran muy buscados ya desde hacía un par de siglos, lo de bañarse en el mar era otra cosa. Bañarse en la playa en el siglo XIX, sobre todo para las mujeres era engorroso, debían cambiarse en cabinas especiales, a veces en un tipo de cabinas que eran como carruajes tirados por caballos que las llevaban hasta la misma orilla para esconderse de miradas indiscretas. Los trajes de baños tenían poca menos tela que los vestidos del día a día y existía una policía especial que se encargaba de resguardar el pudor y las buenas costumbres.

Después de la II Guerra Mundial los cuerpos empiezan a librarse de tela, y la piel tostada por el sol, que hasta entonces era símbolo de pobreza, se considera ahora la prueba del ocio y para poder mostrar ante el astro rey la mayor cantidad de piel posible, aparece, en 1946, el bikini.

Pero, igual que el tren fue el vehículo que lanzó el movimiento viajero, la popularización del automóvil representó la realidad de las vacaciones para muchos que, por fin tenían la posibilidad de, cargando el carro con la familia y las maletas podían, por ejemplo, regresar al pueblo durante los veranos. O irse a las playas, haciendo que en el litoral comenzase un desarrollo urbanístico sin precedentes.

Y ejerciendo una presión que no ha dejado de disminuir sobre lugares y ciudades históricas que, en muchos casos no están preparados para recibir esta avalancha de visitantes y están sufriendo el perjuicio del turismo intensivo, quizás el caso más dramático sea Venecia, pero también han sido dañados irremediablemente muchos otros lugares naturales e históricos; incluso en algunas playas han tenido que prohibir expresamente que las personas pudieran llevarse arena, ya estaban desapareciendo por la depredación de los visitantes.

Aun así, no en todos los países se disfruta del beneficio de tener derecho a las vacaciones. En Estados Unidos la legislación laboral no contempla vacaciones pagadas. Los trabajadores en Japón solo tienen diez días libres el primer año y si logran 20 días si consiguen permanecer 10 años en la misma empresa lo máximo que van a poder disfrutar es de 20 días, y pueden considerarse afortunados ya que los trabajadores en China solo tienen cinco días de vacaciones al año.

El filósofo francés Michel Onfray nos dice en su libro Teoría del viaje, poética de la geografía, que “viajar supone rechazar el empleo del tiempo laborioso de la civilización en beneficio del ocio inventivo y feliz. El arte del viaje induce a una ética lúdica, una declaración de guerra a cuadricular y a cronometrar la existencia”.

Ya desde las primeras páginas del Génesis tenemos la contraposición entre los campesinos sedentarios y los pastores nómadas en las figuras trágicas de Caín y Abel. El cosmopolitismo de aquellos que sacian su curiosidad viajando frente a los que se enclaustran en aquello siempre conocido. La pandemia nos ha mostrado lo importante que es para la mayor parte de nosotros, seres nómadas, el concepto de viaje. Ojalá nuestras vacaciones empiecen pronto.

 

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