Cada vez son más las personas que, envueltas en el estrés diario y agendas saturadas, descuidan por completo sus hábitos alimenticios. Así, aumentan las probabilidades de enfermedades y se recurre a prácticas poco saludables y costosas para solventar su día a día. Todas estas fueron razones suficientes para que se iniciara una nueva corriente gastronómica denominada Slow Food, o comida lenta por sus significado en inglés.
Como su nombre lo indica, corresponde exactamente al concepto contrario a la comida rápida o fast food, es decir, en lugar de reducir el tiempo de elaboración brindando productos ya listos, es un movimiento que invita a las personas a organizarse y preparar sus comidas con productos netamente orgánicos y con garantía de una cocción adecuada.
“Slow food es un movimiento que tiene solo cuatro años de haber llegado a Panamá. Está basado en tres aristas importantes que son: Alimentos Buenos, Alimentos Limpios y Alimentos Justos”, comentó Yaribel Barragán, quien es parte del equipo impulsador del movimiento quien además explicó que “los alimentos buenos con alto nivel nutricional, los alimentos limpios son los de tipo orgánicos o de un manejo aceptable y los alimentos justos son aquellos que en su comercialización le reconocen el esfuerzo al consumidor, al productor y al intermediario, sin necesidad de que se conviertan en productos costosos”.
Según Barragán, dentro de los objetivos del movimiento no se contempla hacer una campaña negativa en contra de la comida rápida, más bien se trata de crear conciencia social acerca del disfrute de los alimentos y de la creación de un balance en la alimentación de las personas que requieren de todo tipo de productos para su sostenibilidad.
El movimiento aún está en formación y abierto a todos las personas interesadas en conocer alternativas para mejorar su estilo de vida y aprender nuevas prácticas para diversificar sus comidas e incluso aprender sobre métodos de producción doméstica, incentivando también la reducción de costos.
“De todas maneras, hay que tener en cuenta que vivir bien cuesta, pero hay que tener claro que vivir enfermo cuesta más y en ese sentido el cambio no tiene que ser drástico, pero si se hacen necesario”, expresó Barragán.